He lamentado mucho la inesperada muerte de mi amigo John y envío a su familia mi pésame por el fallecimiento. Mi tristeza, estoy seguro, será compartida por todos los que le conocieron y apreciaron su valor humano además del profesional.
 
Nuestra amistad comenzó en el Poynter Institute, como la de tantos otros. Prosiguió en España, en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra donde junto con José Font, del St. Petersburg Times, impartió un seminario sobre el uso del entonces nuevo Macintosh SE. Fue en 1988 si no recuerdo mal, y ellos mostraron lo muy útil que podía ser. Los cuarenta y tantos asistentes a ese seminario, futuros jefes de infografía de diarios y revistas españoles, vieron así las posibilidades gráficas de un ordenador. En los años siguientes y en modelos más potentes sería su principal herramienta de trabajo.
 
John volvió a Pamplona en 1993 como uno de los jurados de la primera edición de los premios Malofiej que, como el citado seminario, organizó Juan Antonio Giner, entonces vicedecano de la Facultad. A partir de ahí, nos vimos con frecuencia, aprovechando que cada año yo iba al Poynter como Visiting Professor y pasaba, antes o después, por Nueva York donde él trabajaba en la Associated Press (director de gráficos). Sentíamos adicción por los libros y su casa de Norwalk, en Connecticut, estaba a sólo minutos de coche de algunas amplias sucursales de las grandes librerías de Nueva York.
 
Desde mi primer viaje conocí a su mujer y, cuando llegaron, a sus dos hijos que supongo serán hoy tan altos y fuertes como era su padre. Siempre estaré agradecido a John por haberme acogido como a un miembro de su familia primero en Washington y más tarde en Connecticut. Es muy triste saber que ha muerto pero me quedan los recuerdos.
 
Entre ellos el de su facilidad para dibujar. Tanta que llevaba un cuaderno en su bolso de mano en el que apuntaba rápidos esbozos, esquemas e ideas. Yo solía leer el periódico durante la hora y pico del tren a Nueva York, como casi todos los ‘commuters’, y cuando le miraba estaba escribiendo o dibujando. Y al mostrarme alguna página, apreciaba la claridad y firmeza de sus esquemas y dibujos o la fantasía de lo que imaginaba. También era un experto fotógrafo pero en el tren nunca utilizaba su cámara de pequeño tamaño – no había digitales todavía – y prefería pensar e ilustrar gráficamente sus ideas.
 
Descanse en paz.