MALOFIEJ 28

Toma nota de fechas: 23 al 27 de Marzo de 2020

La próxima edición de Malofiej, número 28, se celebrará en Pamplona del 23 al 27 de marzo de 2020.

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Para leer Malofiej 16

La llamada de Londres, por Michael Agar

Michael Agar

Director de gráficos del Telegraph Media Group

Tras una década de pesimismo y de declive, la prensa de calidad de Fleet Street vuelve a estar en la onda infográfica.

“Ningún otro diario lo tocó. Leer la secuencia de acontecimientos repulsivos y perturbadores que llevaron a la muerte del bebé P. ya era algo suficientemente duro. Mostrar los hechos en un gráfico es una tarea mucho más ingrata de lo que uno puede entender, dada la carga emocional de semejante historia en las noticias.

Pero el Times afrontó hábilmente estas cuestiones, basando sus comentarios en una muñeca-bebé genérica y despojando al gráfico de cualquier parecido visual con el aspecto que podía tener el bebé P. Esto permitió al lector pasar de las emociones de alto voltaje de la palabra escrita a un estado mental de aprendizaje y comprensión.

Aunque durante los últimos años se han producido algunos avances sobresalientes en el reporterismo gráfico dentro de la prensa de calidad del Reino Unido, desde su último rediseño el departamento gráfico del Times ha producido extraordinarios trabajos de auténtica calidad, e informa sobre la actualidad de manera fidedigna y visual.”

 

Escribí esto en mi columna mensual para la Press Gazette, en diciembre de 2008. Es una sección en la que muestro y describo cómo la prensa de calidad del Reino Unido, por suerte o por desgracia toda ella afincada en Londres, aborda el principal tema informativo de cada mes.

 

Hasta la fecha he tratado el relanzamiento del Sunday Times por parte de Alfredo Triviño, la cobertura del conflicto entre Rusia y Georgia, la crisis financiera, las elecciones estadounidenses y, por último, un pequeño homenaje a lo que el Times, el gran líder de una institución mediática, ha ofrecido a sus lectores durante el último año más o menos.

¿Y saben qué? El Times ha publicado magníficos ejemplos de nuevo reporterismo, con noticias de última hora y con reportajes de información general. Su cobertura gráfica es enérgica, cuando no científica. Su ilustración es informativa, cuando no inspiradora. Y funciona. Gusta a lectores, por lo que gusta a los editores. La gran infografía es contagiosa.

 

Lo verdaderamente llamativo es que prácticamente todos los periódicos de calidad del Reino Unido han seguido esta parábola invisible e invertida. Cada gráfico posee una disciplina en la que cada línea tiene una razón de ser y cada signo, por pequeño que sea, un significado.

Para comprender mi elogioso y vehemente entusiasmo, debo señalar que la actual combinación de brío y de estímulos no se recordaba desde hace muchos años en la industria infográfica del Reino Unido. De acuerdo, nuestros gráficos en línea han ganado varios premios, un puñado de directores gráficos han dictado sentencia en Pamplona y, por supuesto, nuestras presentaciones impresas han amasado medallas de la SND tanto en los EEUU como en la península ibérica. Aparte de la BBC, sólo dos periódicos pueden reivindicar estos honores, y ambos pertenecen al mismo grupo mediático: The Guardian y The Observer. No es que la calidad y la aclamación se propagaran por Fleet Street. Además, ¿desde cuándo una golondrina hace primavera?

 

MEDIDAS DRÁSTICAS

Retrocedamos a los primeros años 90, cuando las cosas no eran tan idílicas. La edad de oro de la infografía del Times, del Sunday Times y del Daily y Sunday Telegraph había quedado atrás. Peter Sullivan, nuestro gran maestro y, si lo prefieren, consejero del sector, ya no estaba entre nosotros. Tanto los artistas gráficos como los editores, ebrios de gloria y de éxitos por su cobertura visual de los Juegos Olímpicos, de la Guerra del Golfo y de los acontecimientos posteriores, experimentaban los efectos de una prolongada resaca. La industria, todavía regocijándose en el hedonismo de antaño, se enfrentaba a una realidad cruda: los lectores no se interesaban por los gráficos complicados e híper técnicos; pero, lo que era más importante, los lectores ya no compraban el periódico por la mañana.

 

El motivo, según se nos dijo, era que “la población no tenía tiempo para analizar y comprender” las noticias. Equipos de investigadores predicaron los “puntos de acceso múltiples” y las “presentaciones visuales sencillas”. Reducir el texto y hacer sitio a las “micro historias”. Había que añadir “condimentos fotográficos” a la receta editorial. Estoy de acuerdo, pero la reacción de pánico entre los editores fue embarcarse en una “guerra de territorios”. La infografía ya no podía disfrutar de la cantidad de espacio requerida para hacer un buen trabajo. Y si el aspecto gráfico no funciona a pequeña escala, entonces ya no es necesario. Muy pronto, los presupuestos de las publicaciones se redujeron y un gran número de trabajadores fueron considerados superfluos. En mi humilde opinión, lo mismo sucedió con el término “artista gráfico”.

 

Con el cambio de siglo, el futuro de la infografía periodística en el Reino Unido se antojaba todavía más oscuro. Nuestros artistas, carentes de adiestramiento periodístico, resultaban unidimensionales. ¿Tal vez un buen olfato para una historia aceptable? Ninguna oportunidad. ¿Y mantener una conversación editorial con el editor? Ninguna confianza. Al no apoyarse sobre los avances editoriales realizados a principios de los 90, los departamentos gráficos fueron incapaces de desarrollarse, tanto periodística como visualmente. No podíamos seguir comparando nuestro trabajo con el de la escena internacional. El New York Times había reclutado un ejército de periodistas visuales capacitados para escribir y para crear; y en España, tanto los diarios regionales como los nacionales tenían a sus “galácticos” y no sólo en la versión de papel. Piensen en El País y en El Mundo de Madrid, en los apreciables esfuerzos realizados por El Correo y por La Voz de Galicia al norte y al noroeste, respectivamente. Parafraseando las observaciones de Javier Errea durante la celebración de los premios Malofiej del año pasado, “quién podría olvidar la ballena de Jaime Serra impresa por Clarín en 1996”.

 

Por una puerta salieron las informaciones basadas en el periodismo riguroso por el que abogó Peter Sullivan, y por otra entró una avalancha de material infográfico sobrecargado y pagado de sí mismo, diseñado más para engrosar el catálogo personal del artista que para uso de nuestro desdichado lector. ¿O es que aquella infografía era el final de unos artistas gráficos que habían luchado por publicar su propio trabajo y por ejercer un periodismo consistente?

 

La forma estaba por todas partes, pero ¿dónde estaban las funciones? Más importante aún, a los periódicos no les importaba ofrecer lo que estaban ofreciendo, ideas mal diseñadas y defectuosamente concebidas, basadas en la premisa proclamada en una ocasión por un antiguo colega y que afirma que “los lectores siempre leerán las ilustraciones y el texto”.

 

Los medios impresos, o eso daba la impresión, parecían una industria sumida en una espiral descendente, con un futuro tan adverso como el que habían anunciado las bolas de cristal de quienes se habían convertido a los nuevos medios en línea. La infografía ya no era la salvadora de la prensa tradicional de gran formato, sino parte de un problema sistémico al que estaban encadenadas las técnicas clásicas de difusión de la información.

 

Duncan Mil, director de Graphic News, señala: “Los periódicos habían estado huyendo y producían según el mínimo denominador común. Ya no eran necesarios los espíritus creativos que, por tanto, eran prescindibles. Las consecuencias fueron desastrosas”. Los periódicos estaban perdiendo su identidad, y el sector era el reflejo de una sociedad crecientemente homogénea sobre la que supuestamente debía informar.

 

 

LA REVOLUCIÓN

El lunes 12 de septiembre de 2005, The Guardian estrenó su formato berliner, diseñado por Mark Poter. El rotativo se convirtió en el único periódico nacional del Reino Unido publicado a todo color. La inversión de 80 millones de libras esterlinas fue saludada como la mayor transformación de la publicación desde la primera aparición del Manchester Guardian en 1821.

 

El diseño limpio y la moderna estructura gráfica permitían una lectura agradable. Este nuevo planteamiento editorial también nos dio un rumbo infográfico diferente, no conocido desde los sencillos métodos desarrollados por Michael Robinson en The Economist a comienzos de los años 80. No era una coincidencia encontrar a la misma persona al mando de la producción infográfica del Guardian. Su equipo lanzó una forma y una funcionalidad nuevas, que no sólo tendría una marcada influencia en la manera en que la prensa del Reino Unido consideraría el material infográfico, sino también en cómo contemplarían la suya los demás grupos mediáticos internacionales.

 

Mark Grayson, antiguo director de Arte del Scotland on Sunday, y ahora subdirector de Arte del Sunday Telegraph dijo: “El rediseño de The Guardian provocó un terremoto en toda la industria, no sólo desde el punto de vista del diseño, sino desde la perspectiva del consumidor, y los editores fueron conscientes de ello. El diseño y la infografía habían sido un departamento enclavado al otro extremo de la oficina, pero ahora era un ingrediente clave que formaba parte de la cultura editorial. El uso de iconos sencillos y de infográficos de fácil comprensión por parte de The Guardian colocó nuevamente en la pista central a la añeja y fatigada escena infográfica. Todos sabían que éste era el camino a seguir, pero nadie tenía los arrestos para enfrentarse a los editores y para defender sus estéticas ideas…”.

 

Sin embargo, la nueva cultura infográfica también tuvo sus detractores. Recuerdo que algunos, que deberían permanecer en el anonimato, comentaron con incredulidad que The Guardian “había desnudado sus trabajos hasta el punto de que ahora se los consideraba divertidos o intelectuales. Los gráficos eran demasiado ligeros y carecían de profundidad”. De cualquier manera, Grayson también señala que “la cultura infográfica de The Guardian parecía demasiado simplista y minimalista cuando se producía una noticia, ya que tendían a trazar el camino a través la historia, dejando la descripción a periodistas tradicionales orientados hacia la escritura. Lo cual no era la auténtica doctrina de periodismo visual ejemplificada en los ochenta por Peter Sullivan y The Sunday Times”.

 

Al acabar el año, y más concretamente en el verano de 2006, The Guadian creaba material con el que otros sólo podían soñar. Claro que eso era algo que ninguna de las voces disidentes habría admitido jamás. ¿Cómo habían asumido los opositores el hecho de que sus viejos hábitos de trabajo, nacidos en los prósperos días en que había que secar las salpicaduras y en los que se usaba líquido corrector ahora resultaban desagradables para los lectores? Se acabaron los ridículos gradientes que renderizaban la textura de una ballena de la misma forma que la del flamante bólido de Fórmula 1 de Ferrari. Y llegaron los símbolos, los diagramas planos y una plétora de gráficos. Este nuevo lenguaje visual atrajo a los editores de otros periódicos nacionales, y a la mayor parte de los lectores. Vaya, incluso mi mujer leyó el famoso gráfico del osito Teddy en la sección G2 del The Guardian, ¡ella que nunca lee los infográficos!

 

 

EL PERFIL CORRECTO

Llevó cierto tiempo. Tras el lanzamiento del The Guardian berliner, llegó el de su hermano The Observer. Se aplicó al proceso infográfico la misma norma de poderoso contenido visual y el método “dibuja sólo lo que necesites mostrar”. Un año más tarde, el Independent on Sunday fue rediseñado y su grafismo lucía la marca icónica y simbólica de los rediseños berliner del Guardian Media Group, pero sazonada de una dosis de energía y de agudeza.

 

De hecho, el Independent on Sunday llevó la información de actualidad a otro nivel al introducir las “sneb”, también conocidas como “súper noticias en breve”. Al adoptar el sistema “de balcones” desarrollado en España, los infográficos se despliegan para acompañar el análisis detallado de noticias en un espacio lo más pequeño y sencillo posible.

 

Así, un comentarista especializado señalaba en la Press Gazette: “Los breves en lo alto de la sección de Noticias –un truco que los periódicos españoles han utilizado durante años– están bien proporcionados y perfectamente compuestos. Y la virtuosa concisión de sus infográficos provoca vergüenza a cualquier otro periódico nacional, son de lo mejor que he visto jamás”.

 

La influencia de este nuevo “código infográfico” no se detuvo ahí. The Independent, cabecera hermana del Independent on Sunday, no le fue a la zaga y comenzó a utilizar este nuevo lenguaje visual. A finales del verano de 2007 se produjo el rediseño de The Times, seguido un año después por el de su entrega dominical, The Sunday Times; ambos aportaron su propio ingrediente a este nuevo enfoque gráfico orientado a los datos, un rumbo que había tomado anteriormente The Guardian, y previamente el New York Times coincidiendo con el cambio de milenio.

 

Finalmente, el último de estos colosos de gran formato, el Daily Telegraph (y su edición dominical, el Sunday Telegraph), para el que ahora trabajo, ha abrazado este periodismo visual para bien. Los gráficos ya no son el relleno de un molesto agujero en una página y los departamentos gráficos ya no ilustran un titular tópico.

Mi departamento trabaja duro, muy duro, y produce un trabajo de calidad del cual estoy orgulloso –lo que resulta mucho más esforzado, día tras día, que mis años solamente en títulos dominicales–. Aunque los esfuerzos pueden ser menos lustrosos, no hay nada más satisfactorio que estar ahí seis veces a la semana, en lugar de una sola.

De acuerdo, en ocasiones producimos material para la sección de Negocios que no va dirigido a los puristas de nuestra profesión, y con esto me refiero a quienes con razón o sin ella creen que “si algo no está totalmente orientado hacia la información, entonces no tiene utilidad en un infográfico”. Bien, a veces no pasa nada por maravillar al consumidor con ingenio visual, esté o no orientado hacia los datos. Considero que si el contenido es consistente y si se aplica el periodismo visual, es correcto para un gráfico. Necesitamos energía y compromiso, ideas e innovación. Éste es un momento especial, debemos apreciarlo.

Echando un vistazo a la prensa del Reino Unido, tanto en línea como impresa, creo que otros departamentos gráficos y responsables de sección sienten lo mismo, y también nuestro consumidor habitual, el que (y toco madera) nos permitirá conservar nuestros empleos. Más concretamente, los medios se apoyan en estos consumidores para construir comunidades virtuales en el marco de sus portales, donde se hacen amalgamas y compartimos datos en línea. Pero ¿qué futuro depara esto a la infografía en Internet? ¿Controlamos nuestro destino? ¿Acaso lo que hemos logrado al editar y aplicar un periodismo riguroso a nuestro trabajo en línea ya no es necesario en el nuevo mundo de la Red 3.0?

“Hemos tenido ciudadanos periodistas y luego ciudadanos fotógrafos, tal vez ahora nos adentramos en la era del ciudadano editor gráfico”, señala Paddy Allen, editor gráfico de la versión en línea de The Guardian.

 

Sean estos acontecimientos en el periodismo visual la última jugada mediática para controlar la información y la circulación o una inversión editorial para el futuro de nuestros productos en línea e impresos, no podemos negar que una vez más, tal y como proclamaron The Clash, estamos ante ¡la llamada de Londres!

 

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